Todo empezó al acabar los exámenes. Mis amigos y yo estábamos el viernes por la tarde en casa de mi mejor amigo, Lucas. Planeábamos cómo celebrar el final de los exámenes. Unos propusieron tomar algo, en algún sitio cerca. Otros, irnos de fiesta hasta la madrugada. Al final, hicimos las dos cosas. Primero bebimos y después salimos.
Mi historia comienza ahí. Estábamos en un local al que solía ir mucha gente a emborracharse. Igual que en nuestro colegio, muchos otros habían acabado los exámenes y también habían salido a celebrarlo.
Alrededor de la una de la madrugada, estábamos mis amigos y yo fuera del local cuando oímos gritos. Venían de otro grupo de jóvenes.
-¡Eh!, vosotros –dijo uno.
-¿Qué pasa? –contestó mi amigo Lucas.
-Aquí no podéis estar. Es nuestra zona. Tenéis 10 minutos para largaros, o ateneos a las consecuencias.
Mis amigos y yo pensamos que ese chaval estaba loco. Decidimos no hacerle caso.
Fue un error fatal…
A los 10 minutos una banda de tipos con pasamontañas y pañuelos que cubrían su rostro se acercaron hacia nosotros, con bates de béisbol en la mano, puños americanos, cuchillos, navajas y armas blancas.
Nosotros, asustados, comenzamos a correr, sin saber a dónde íbamos. Tras unos minutos de persecución les perdimos de vista. Eran unos 19. Nosotros solo 9, y sin nada con que defendernos.
–Álvaro, ¿crees que les habremos perdido? –me preguntó uno de mis amigos.
–No lo sé, sinceramente, pero me andaría con cuidado, porque no estamos seguros –respondí yo.
-¡Ahí están! –escuchamos de repente.
Nos habían encontrado y nos pillaron a todos por sorpresa. Solo nos quedaba rezar. Les vimos llegar corriendo hacia nosotros, con ganas de hacer daño, de pegarnos, de golpearnos. Nos defendimos como pudimos, pero era obvio que íbamos a recibir. Empezaron las bofetadas. Uno de los nuestros estaba tirado en el suelo, le golpeaban con el bate, le daban patadas; otro, tras los golpes, yo no podía ni moverse.
Recuerdo que a mi me agarraron del pelo, me dieron con la boca en el bordillo …
Un mes después llevo una dentadura postiza, la policía busca todavía a los agresores y todos nosotros nos hemos llevado una manta de palos sin razón alguna…
FIN