Era un día muy especial. Era sábado. Todos estaban sentados a una gran mesa. Desayunaban. Los comensales relataban historias sobre caza. Manuel estaba callado. Pensaba. Había llegado el sorteo de puestos.
-Manuel –llamó el presidente.
Éste se levantó y sacó un sobre del bolsillo.
-Aquí está el dinero de esta montería y de la pasada.
-Muy bien, te apunto como que está pagado.
-Gracias.
-Saca un puesto.
-El 15, en la ribera del río.
Manuel se sentó de nuevo. Terminaron de repartir los puestos. Cada uno se dirigió a su todoterreno. Los coches arrancaron.
Juan se acercó a Manu
-Manu, tú me sigues ¿vale? –le dijo.
-Vale, Juan, te sigo, pero ¿cuál es tu coche?
-Es el Land Rover verde.
-Muy bien, te sigo.
Llegaron al puesto. Manu dejó el macuto. Se dispuso a cargar el rifle. Un rifle 30-06 Winchester. Metió la munición y esperó. Pasaron 2 horas. No vio nada. Oyó crujidos, unas ramas partiéndose. Se giró. Esperó. Al tanto salió un cochino. Era grande. Manuel se puso nervioso, levantó el rifle hasta el hombro y lo encaró. El pulso le temblaba. Pero respiró hondo y aguantó. Aguantó la respiración y disparó. Erró el tiro. Volvió a encarar. Disparó de nuevo. El cochino cayó, pero se volvió a levantar. El tiro había sido bajo. El animal siguió andando. Manu volvió a disparar. Cayó de nuevo y ahora sí que el cochino se moría. La respiración se le apagaba. Y expiró.
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