Llegué a Vietnam en 1966. Era un cámara de televisión. Grabé muchas batallas. La primera vez que viajaba tan lejos de mi país.
Eran las 7 de la mañana. Me despertó Johnson.
–Arriba soldados, hoy va a ser un gran día.
–Alex, despierta. Johnson haz el recuento.
–Uno, dos, tres… ¡falta uno!
(En ese instante sale Wilson con un rollo de papel higiénico en la mano).
–Estoy aquí.
–Wilson, a partir de hoy vas el primero de la fila, no quiero más faltas.
–Lo siento capitán, pero Johnson sabía que estaba en el “baño” y…
El capitán le interrumpe:
–¿Y qué?, ¡El recuento es el recuento!
–Él podía haber avisado… –dijo en bajo.
Empezamos a desayunar. Creíamos que iba a ser una gran lucha. Estábamos en Viet Cong.
No lo sabíamos, pero desde la selva ellos nos miraban con atención; los vietnamitas. Estaban detrás de los árboles. Esperaban que pasásemos cerca.
Hubo un primer disparo, que desencadenó el caos entre nosotros.
Todo pasó muy rápido. No les veíamos. Disparaban demasiado cerca para que pudiésemos responderles con obuses.
Vi a Johnson cerca de mí. Estaba muerto; o por, lo menos, eso parecía.
–Soltad las armas, sino moriremos todos –gritó Wilson.
Soltamos las armas y levantamos las manos. Los disparos cedieron.
Entonces les vimos. Eran pequeños. El que parecía estar al mando se acercó. Dijo algo que no llegamos a entender. El traductor había muerto. Nos hicieron prisioneros.
Pero escapamos a los diez días.
Vimos a los nuestros.
–¡Aquí!, ayuda, recogednos por favor.
–Hay un soldado que estaba con vosotros que ha sobrevivido, Johnson.
–Capitán, ¿cuál es la situación?
–Hay una base al norte, a diez kilómetros de aquí, han caído muchos, incluido el que traducía, voy a formar un pelotón de cinco personas: El cámara, Wilson, Johnson, Alex y yo.
Agosto de 1967. Estaba con los Delta Black Lions. Nos metimos por el río. Fue agradable, por unos momentos, calmaba las altas temperaturas de Vietnam. El placer terminó cuando descubrimos las sanguijuelas en el río. Si te mordían podías morir a causa de malaria.
Todo estaba en silencio. Nuestro capitán oyó algo.
–Estad alerta.
–Capitán he oído algo.
Alex:
–Yo también.
–No estamos solos.
Salió de los matorrales uno de ellos. Mató al primero de la fila.
Pobre Wilson.
–Capitán, Wilson ha caído.
También dieron al capitán. Tenía una herida profunda, seguramente de muerte.
Alex y yo nos dimos media vuelta. Vimos a nuestros aviones bombardear sus ciudades. De allí salían civiles abrasados. Preferí bajar la cámara. Cogí la radio para llamar a la base y pedir refuerzos.
–Solicito refuerzos y una recogida inmediata.
Batalla de Drang. Estuve en un helicóptero. Las primeras cuatro horas eran soportables. La necesidad de gasolina y munición nos desanimó. Unos disparos nos alcanzaron en el motor.
–Caemos, agarraos a algo.
Alex perdió en el acto su brazo.
Cuando desperté se estaba desangrado. Saqué mi revolver. Me apunté a la cabeza. Reflexioné. Tiré la pistola. Encontré la cámara. No funcionaba. Alex muerto, y yo sin una pierna.
Volví a casa.
Cuarenta años después, sigo vivo, sin una pierna; y recuerdo cada día y cada noche de Vietnam. Mis amigos… creo que no sobrevivió ninguno de ellos.
Suena el timbre. Abro y…
–¡Tu! Creía que estabas muerto
Era el capitán
–Sobreviví a esa batalla gracias a los refuerzos que pediste. Solo quería visitar al último soldado con vida de mi pelotón.
–Pasa, pasa.
–Quiero comunicarte que hace una semana encontraron el cuerpo de Johnson, hay un funeral en honor a los Delta Black Lions, tienes que venir.
–Vale, pero con una condición. Van a publicar mi libro "Yo estuve en Vietnam" y quiero que tú me hagas un favor.
–¿Qué?
–Quiero que añadas una páginas a mi libro sobre ti y como saliste de ahí con vida.
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