lunes, 31 de mayo de 2010

Jaime Navarro

Una ciudad a la luz de las velas

Quedamos a las nueve y media en Nuevos Ministerios. Él siempre pensando en mí, pero eran las nueve y seguía en pijama. La casa olía a nuevo, los muebles, el suelo de mármol frío bajo mis pies. Me preparé un café, mientras enrollaba mi mente en ideas absurdas y sueños. Al terminarlo, comencé a agobiarme. Tenía solo media hora para vestirme. Normalmente tiempo suficiente, pero la veo a ella y la cosa cambia por completo.

Fui al baño. Mientras me duchaba pensaba qué me iba a poner.

Ya vestido, salí por la puerta con el dinero justo y necesario; y el móvil en un bolsillo de la chaqueta.

Llegue a Nuevos Ministerios y ahí estaba ella; esperándome, apoyada contra una cristalera del metro; y su nueva moto, una vespino, aparcada cerca.

La saludé. Le di un beso en la mejilla. Y ella, al ver mi cara sonriente, me dijo:

-Jaime, tengo algo para ti.

Yo le pregunte:

-¿Qué tienes para mi? No hacia falta que me regalaras nada.

Ella me dijo:

-No, tranquilo, es solo un pañuelo; póntelo, he de enseñarte algo.

Mi cara debió resultarle divertida, pues soltó una gran carcajada. Cuando me puse el pañuelo, me dijo:

-Súbete a la moto, tengo otra sorpresa aún mas interesante.

Ella subió primero y esperó a que yo hiciera lo mismo. Arrancó y nos fuimos. Yo oía ligeramente el rugido de su moto. El viento soplaba fuerte. El viaje se me hizo eterno. No imaginaba a dónde podía estar llevándome. Al cabo de hora y media de viaje, que se me hizo eterno, paró; me hizo bajar de la moto y me dejó ahí, con el casco puesto, durante un rato. Creo que se burlaba de mí. Me quitó el casco con cuidado y, desde detrás, me quitó el pañuelo.

Una foto. Una antigua ciudad iluminada, toda entera, a las luz de las velas. No supe que decir. Me quedé paralizado, sin saber qué hacer. Mi mente estuvo en blanco unos cuantos segundos.

Ella me besó y me dijo:

-Te acuerdas de aquel lugar del que te hablaba cuando teníamos 15 años. ¿Recuerdas?

-Es verdad. Hace 4 o 5 años me hablaste de la ciudad donde naciste. Siempre me hablabas de La Pedraza.

-Por eso he hecho el viaje tan largo. Estamos en Segovia.

Había millones de velas encendidas, por todas las calles y convirtiendo ese lugar y esa noche en algo especial. Una buena sensación.

A la luz de esas velas, en ese pueblo tan preciado para ella, brindé por nosotros.

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