Corre el año 2130. El mundo, destrozado por la avaricia de los hombres, es un valle de lágrimas. Oscuro y silencioso. Ni el trinar de un pajarillo se escucha a lo lejos. Los mares muertos. Lo verde es negro. Lo azul es gris. Lo negro sigue siendo simplemente negro. Nuevamente dividida en dos bloques, la humanidad busca la manera de sobrevivir. Ni bloques políticos, ni bloques raciales. Bloques del bien y del mal.
A 600 km. de Ciudad de México, en una aldea, llamada Katipuri, viven dos hermanos, Bobi y Mauri. Viven solos. Una pandemia ha acabado con la vida de abuelos, hermanas, padres. Dos hermanos gemelos, en un mundo insólito.
Mauri enseguida toma el mando. Es tres minutos mayor, pero él da las órdenes. Con gran capacidad de mandato y un agudo instinto de supervivencia; es capaz de sacar comida y agua potable de debajo de las piedras. Sin escrúpulos.
Bobi es el mandado. Hace lo que dice su hermano. Cada noche, pensativo, recuerda los buenos momentos que pasó con su familia, en sus 13 años de vida.
Una noche Bobi dice:
-Hermano…¿recuerdas cuando sacaste del lago de Namibia aquel barbo gigante, con unos bigotes que me llegaban hasta los pies?
–Ja,ja,ja… Por supuesto, a papá le hizo un corte en la mano y tuvimos que ponernos en marcha rápidamente, así que cogí el cuchillo y se lo clavé en el cráneo.
–Sí… cierto, ¿recuerdas el sabor del pescado?...
–No hermano… no recuerdo ni el olor de las margaritas, ni el jazmín. No recuerdo el aire fresco de la montaña, ni el sabor de la cerveza…
–Mauri, ¿te puedo preguntar una cosa? ¿Qué sentiste al clavarle el cuchillo a ese barbo gigante?
–¿Quieres que sea sincero?... Nada, absolutamente nada. Duérmete Bobi, que ya es hora y mañana nos espera un gran trecho que recorrer antes de llegar a El Pantano.
El Pantano es un lugar donde hay alimentos de sobra y agua potable, fresca, sin que haga falta calentarla antes de tomarla. Aire fresco y flores, el objetivo de todo hombre del siglo XXII. Un paraíso terrenal.
Salía el sol cuando un ruido despertó bruscamente a los dos hermanos.
–¿Qué ha sido eso?, –Preguntó Bobi.
–Ni idea hermano, estate atento, por si es un jaguar o algún tipo de bicho; coge el rifle que tienes a tu derecha.
Entonces, algo se lleva a Mauri por delante y lo tira al suelo. En un abrir y cerrar de ojos, Bobi y el animal están encarados, mirándose fijamente
–¡Bobi dispárale! –grita Mauri mientras procura levantarse.
Bobi apunta y se fija que el jaguar tiene una herida en un costado; el animal está cansado y exhausto, le mira a los ojos y a él una extraña sensación le sube desde las tripas; algo que no imaginaba que iba a sucederle frente al animal más temido de toda Latinoamérica.
–¡Bobi!, ¿a qué esperas?
Se oye un disparo. El jaguar cae al suelo. Mal herido. Mauri aprovecha la ocasión y se levanta. Le quita a su hermano el rifle de las manos.
–¿Por qué no le disparas? Casi me mata.
–Mauri, no lo remates, no hay maldad en ese animal, solamente se defendía. ¡Por Dios, está escrito en su instinto! Déjale, sigamos.
–Es un animal y es comida.
Mauri cogió el rifle, apuntó y apretó el gatillo.
Llegada la noche.
-¿Qué pasa hermano? ¿No piensas comer?
–No… !No tenías porque matarlo Mauri! ¡No hacia falta! ¡Teníamos maní de sobra!
–Mira hermano, esto lo hago por los dos; además soy mayor y sé lo que te conviene.
–¡¿Tres minutos mayor?!
–Hermano, no me grites. El maní no es carne, no tiene suficientes proteínas; en cambio un pedazo de esta carne nos puede salvar la vida.
–Sabes muy bien que una larva de gusano tiene tres mil veces mas calorías y proteínas que la carne de jaguar, hermano. ¿Qué me dices del sabor? Venga pruébala.
Y le mete un trozo de carne en la boca, a la fuerza.
–¡No! –gritó el hermano, apartándole las manos.
–¡Que la pruebes!, te he dicho.
-¡No! y ¡no!
Empiezan a pelear, se dan empujones y se tiran al suelo. Ruedan cuesta bajo. Bobi se rompe el dedo meñique de la mano. Al darse cuenta, Mauri corre hacia él para tratar de ayudarle. Bobi le aparta y, soltando dos lágrimas, regresa junto a la hoguera y se acuesta.
A la mañana siguiente, Mauri había recogido sus cosas. Bobi estaba totalmente sólo.
Busca una planta llamada aloe vera a la que le saca la sabia para escayolarse el dedo. A la vuelta encuentra que la hoguera apagada. El pedazo de carne de jaguar que quedaba había desparecido. Bobi desesperado, sin saber qué hacer, decide seguir el rastro de estos usurpadores…
Continuará...
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